
En un giro inesperado en el conflicto entre Israel e Irán, el expresidente Donald Trump anunció un exitoso ataque estadounidense contra tres instalaciones nucleares iraníes: Fordo, Natanz e Isfahán. Este audaz movimiento, que representa los primeros bombardeos sobre suelo iraní en el contexto del conflicto actual, ha generado ondas expansivas a nivel global. La acción, ejecutada con bombarderos B-2 y misiles Tomahawk, se presenta como una respuesta contundente, aunque las consecuencias geopolíticas aún son inciertas.
Fordo: La Fortaleza Subterránea
Situada a 80 metros bajo tierra, cerca de la ciudad santa de Qom, la fortaleza subterránea de Fordo representa el corazón del programa nuclear iraní. Su ubicación estratégica y la profundidad a la que se encuentra, la convertían en un objetivo particularmente difícil de alcanzar, requiriendo armamento sofisticado para su neutralización. Aunque no es la instalación de enriquecimiento más grande, su ubicación la convierte en un objetivo de altísima prioridad. El acuerdo nuclear de 2015 planteaba su transformación en un centro de investigación, pero tras la retirada de EE.UU del acuerdo, Irán reanudó el enriquecimiento de uranio en Fordo, elevando las tensiones internacionales.
Natanz: El Complejo de Enriquecimiento
Natanz alberga dos plantas de enriquecimiento: la planta subterránea de enriquecimiento de combustible (FEP) y la planta piloto de enriquecimiento de combustible (PFEP). La FEP, con capacidad para miles de centrifugadoras, se dedicaba al enriquecimiento a escala comercial, mientras que la PFEP, ya dañada en ataques previos, sufrió mayores impactos en esta ofensiva. La destrucción de la infraestructura eléctrica en Natanz compromete seriamente la capacidad de Irán para enriquecer uranio a niveles críticos, lo cual se ha convertido en una preocupación central para los países que ven en Irán una amenaza nuclear.
Isfahán: El Centro de Tecnología Nuclear
Isfahán, una ciudad con larga historia y tradición, alberga el Centro de Tecnología Nuclear de Irán, incluyendo una planta de conversión de uranio y la instalación para la fabricación de placas de combustible. Esta instalación permitía el procesamiento de uranio para su posterior uso en las centrifugadoras. Su ataque representa un duro golpe al programa nuclear iraní, dificultando la producción y el avance en sus procesos de enriquecimiento. El daño causado a Isfahán, según informes, es significativo y compromete fuertemente su capacidad de operar en el futuro inmediato.
Las consecuencias de estos ataques son inmensas. Irán ha advertido de consecuencias “eternas”, mientras que la comunidad internacional observa con preocupación la escalada de tensiones en la región. La respuesta de Irán y el impacto a largo plazo en el programa nuclear iraní, así como las implicaciones políticas y militares, siguen siendo materia de análisis y especulación. La situación deja al mundo expectante ante las posibles represalias y las consecuencias geopolíticas a futuro.
La Organización de Energía Atómica de Irán, luego de los ataques, ha negado la presencia de contaminación radioactiva. Sin embargo, el alcance de los daños y el impacto a largo plazo en las tres instalaciones, requiere una evaluación más detallada, con un exhaustivo análisis posterior, para poder determinarlo con certeza.
Fuente: Gestión.pe